Cádiz, tacita de plata.
Normalmente no suelo pisar la playa en verano a partir de las 10 de la mañana. Sinceramente... no me gustan nada las grandes masas de personas, ni los lugares excesivamente concurridos y populosos. Mas bien soy amante del sosiego, la tranquilidad y la calma.
Es por eso que algunos fines de semana veraniegos como el de hoy, a eso de las 07:00 horas toca el despertador y mi mujer y yo nos ponemos en marcha si ambos hemos decidido de común acuerdo visitar el litoral.
Es una costumbre que tenemos desde hace años, aunque quizás para algunos no sea algo del todo agradable madrugar de esta manera los domingos. Para nosotros si lo és. Es más, nos encanta sobremanera.
Además, en pleno agosto y en la provincia donde resido es la única forma de dar un paseo por la playa, y un baño si cabe y apetece, sin que prácticamente nadie te esté incordiando ni acorralando.
Pero hoy ha sido especial. Ha sido especial porque el mar y el viento estaban en calma.
Tengo la suerte de estar rodeado por kilómetros de costa en el sitio donde vivo. Por ejemplo, tengo a Cádiz a unos 20 o 25 minutos. Y lo mejor de todo no es eso, sino que además he nacido en la zona. Soy gaditano y amante de todo lo que tenga que ver con esta comarca. Imagino que a tí te ocurrirá lo mismo con tus orígenes.Hoy, al dirigirnos a la playa, observé como el viento estaba en calma. Además, al mar le ocurría lo mismo. En ese momento, después de estar algún tiempo al volante, nos encontrábamos en la localidad de Puerto Real, y entonces... ¡vi esta foto!.
No sé si me habré expresado de modo entendible. Lo que vi no fué exactamente una foto, sino un paisaje digno de plasmarse en una fotografia. Y eso es precisamente lo que hice.
Al mirarlo... ¿no notas la quietud y serenidad del lugar?. ¡Lástima que no llevara encima el objetivo adecuado al modelo!. Pero aún así no me negarás su belleza, la cual resalta a pesar de las limitaciones técnicas del momento.