Meditando un poco sobre lo que ha sido mi vida, hubo un periodo de tiempo durante el cual estaba acostumbrado a ciertas "delicatessen" por parte de mis educadores.
Recuerdo en los años 60, cuando solo era un niño, como alguna que otra mañana de domingo de primeros de mes, mis abuelos, que ejercían como padres, me despertaban ofreciéndome una onza de chocolate. Era algo extraordinario, ya que no llegaba el sueldo para comprarlo cada semana. Aquel chocolate me sabía a verdadera gloria, "gloria bendita" como dirían algunos.
Era normal, sobre todo cuando la mensualidad llegaba a su fin, que el almuerzo o la cena, o incluso ambos, estuviera compuesto de patatas y huevos. Era lo que en la región donde vivo, y sigo viviendo, llamamos "papas" fritas con huevos. Esto también me sabía a gloria y, he de reconocerlo, me sigue sabiendo.
Sin embargo, he de decir que desde hace mucho tiempo en este país, y puntualizo que me refiero a España, no vivíamos unos momentos tan difíciles como los que están aconteciendo desde hace unos años. Tanto es así que a muchas familias que en la actualidad han sido presa de las garras del sistema, quizás por su propia inconsciencia, les parecería una verdadera "delicatessen" una onza de chocolate o un plato de "papas" fritas con huevos.